“Las ideas de la clase dominante
son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase
que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su
poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para
la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la
producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por
término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para
producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la
expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones
materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que
hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su
dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre
otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en
cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época
histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por
tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas,
que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus
ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época.”
(C. Marx & F. Engels La
Ideología Alemana, 1846).
¿Qué es una Guerra Simbólica?
Es la lucha de clases que
(también) se libra con valores, con ideas y con signos… en la cabeza y en los
corazones. Es la pugna asimétrica de intereses que se confrontan históricamente
por ganar el terreno de los imaginarios simbólicos donde se yerguen los
principios, las ideas, los afectos… es uno de los escenarios de la Batalla de
las Ideas (que también debemos ganar). Es una Guerra añeja agudizada por la
burguesía para tergiversar los valores sociales, para poner el mundo patas
arriba, para hacer invisibles las cosas que realmente valen (como el trabajo) e
imponernos como valiosas las mercancías y costumbres que la burguesía ha
pergeñado para enriquecerse (aunque seamos nosotros quienes las producimos).
Claro que es una Guerra apuntalada también con misiles, cañones, metralla y
golpizas, claro que es una Guerra apuntalada con terrorismo financiero,
chantaje inversionista y vampirismo bancario. Es preciso ganar la esta Guerra y
aniquilar todo sometimiento.
En su versión actual es una
Guerra despiadada para coronar con alienación -e impunidad- el saqueo, la
barbarie y la miseria. Sus armas estratégicas son -entre otras- las Iglesias,
el Estado, la Educación y los mass media. Esta Guerra simbólica despliega la
violencia psicológica planificada contra los pueblos, el envilecimiento de la
dignidad, la criminalización de las rebeldías, el estado de amenaza permanente
y el amedrentamiento como religión… es el “trabajo sucio” del capitalismo, sus
“golpes bajos”, para derrotarnos anímicamente. Es el despliegue más inaudito de
canalladas sistemáticas para acomplejarnos y narcotizarnos… y, por si fuese
poco, es una Guerra para hacer invisibles las perores monstruosidades del
Capitalismo. ¿Falta incluir algo? Si, mucho. No alcanzarán estas líneas.
Esta Guerra es el secuestro de
los juegos, del ludismo necesario, del sentido del humor, de las tradiciones
colectivas y la identidad común. Es el secuestro de lo social en garras del
individualismo, es la negación de la poesía revolucionaria y la imposición de
la amargura. Es el reino de la fatiga, la moral de la extenuación, las privaciones
y las carencias de quienes producen la riqueza concreta. Es la perversión de la
ternura en garras de la sensiblería mocosa; es la imposición de la violencia
mercantil, el padrotismo, la patenaería, el parasitismo en contra de la
solidaridad, la conciencia de clase y la organización social transformadora.
Esta Guerra emplea cualquier cosa para la destrucción de cuanto es útil para
liberar a la clase trabajadora. Es una Guerra que no pedimos y no queremos…
pero es una Guerra que ganaremos y que nos dejará triunfantes y fortalecidos.
Contamos con la mayoría de los seres humanos para eso y, tan pronto cunda la
conciencia sobre la importancia de esta Guerra, avanzaremos rapidísimo. Y esto
no es optimismo trasnochado. “No cabe duda que ni duda cabe”.
Hacia un diagnóstico cualitativo:
Hemos sido infestados por los
valores objetivos y subjetivos del capitalismo. Los símbolos que históricamente
contribuyeron a dar sentido al tejido de las relaciones sociales, están hoy
sometidos a la lógica simbólica del mercado burgués y a sus reglas de clase.
Los símbolos de la burguesía buscan meterse en todos los rincones de la vida
diaria, en tiempo y en el espacio, tratan de imponernos su visión y
cosmovisión, su agenda y sus necesidades de clase para dejar su huella en todo
lo que vemos, en la manera en que comprendemos la vida, los amores, los sueños…
casi nada queda intacto.
La imposición simbólica burguesa
trata de influir en nuestra comprensión del pasado, del presente y del futuro.
Nos presenta un desafío central basado en oponerle una praxis metodológica
armada de crítica, conciencia clara y capacidad de planeación con acciones
directas. La Guerra simbólica burguesa es un invento para la sumisión del
imaginario colectivo, la cultura misma bajo la “razón” del hambre, de la
explotación, de la humillación y de la muerte. Esta Guerra simbólica burguesa
busca, también, matar la memoria rebelde de los pueblos. Sus fechas y sus
nombres, sus formas de ser, de actuar, de pensar y de creer en el pasado y en
el presente. Cancelar a toda costa el destino revolucionario del mundo y
degenerar el momento de ascenso que estamos construyendo.
Están dispuestos a sostener esta
Guerra simbólica a cualquier precio porque, bajo la influencia del capitalismo,
planean sumergir en una borrachera amnésica a mansalva la historia de las
mejores luchas en el ascenso humano. Borrarán, a como de lugar, cualquier
pensamiento crítico. Barrerán con las ciencias en general y con las ciencias
sociales en particular, arrasarán la organización de los trabajadores y
aplastarán la movilización revolucionaria. Vaciarán de significado esa
dialéctica del desarrollo simbólico que impulsa a los pueblos a resistir y a
triunfar y querrán “re-semantizarla”, con valores mercantiles de clase. Hay que
estar listos a los trabajadores sólo los salvarán los trabajadores.
Algunas tácticas de la Guerra
simbólica burguesa:
Ellos niegan que exista esta
“Guerra Ideológica” y nosotros estamos obligados a ponerla en claro,
desnudarla, exhibirla y ganarla. Inexcusablemente.
Ellos quieren imponernos, para
siempre, su proyecto de “felicidad” burguesa.
Ellos quieren imponernos sus
parámetros de “calidad” en todo lo que vemos, tocamos, escuchamos, olemos y
saboreamos...
Ellos quieren que reverenciemos a
sus fetiches mercantiles y que no nos atrevamos a tocarlos ni con un pétalo de
la conciencia de clase.
Ellos quieren vernos arrodillados
siempre, adorando su “inteligencia”, su “cultura” y sus “valores”… quieren que
los tengamos por dioses nuestros -pero sin tocarlos- y que los defendamos
incluso con la vida.
Ellos mienten sistemáticamente
con sus mass media feroces Ellos cometen atrocidades de todo tipo ayudándose
con una “guerra sucia” mass media y nos echan la culpa.
Ellos quieren mantenernos
engañados, asustados y confundidos… hacen lo imposible por esconder sus
tácticas y sus jugarretas, hacen lo indecible para que no nos demos cuenta de
sus avances, desembarcos y bombardeos ideológicos.
Ellos acumulan monopolios de
medios y modos de expresión, educación y sometimiento.
Ellos quieren hacernos sentir
“culpables” y “cómplices”, de la crisis de su sistema, de su mundo, de su
alegría.
Ellos quieren disociarnos de
nuestras fuerzas reales, es decir nuestras fuerzas revolucionarias.
Ellos quieren que nos veamos con
sus ojos, es decir, como inferiores, atrasados, dóciles y rentables… las 24
horas del día. “Con buen currículo. Magnífica presencia y disponibilidad
horaria”.
Ellos quieren convertir en
“terrorista” toda expresión de la lucha de clases. O sea nuestras luchas.
Trece armas burguesas en la Guerra
Ideológica a estas horas:
El invento mass media del
“Terrorismo” que sirve de pretexto para reprimir y saquear al mundo. Y todos
los que le ayudan con su irresponsabilidad.
Las Telenovelas.
Los Noticieros.
La publicidad.
Las Iglesias y las Misas.
Las Campañas electorales.
Las Escuelas privadas y
gubernamentales.
La desorganización.
La improvisación.
La ignorancia.
La vulgaridad.
Las burocracias y los
sectarismos.
Y en General todo lo que sirva a
que la burguesía fortalezca sus monopolios y su enriquecimiento, cada día más
obsceno.
Hay que ver esta Guerra y verla
bien claro. “La historia del hombre, ha sido la historia de la lucha de
clases”.
Esa Guerra Simbólica financiada
por la burguesía tiene intenciones muy “negras”. Está dirigida, especialmente,
a calumniar y satanizar a todo aquel que luchó, lucha y luchará para erradicar
esta monstruosidad insaciable llamada capitalismo. Nadie se engañe. Es también
la usurpación de todas las herramientas de producción simbólica para dirigirlas
contra nosotros camufladas de mil maneras. Poseen ejércitos (incluso –claro- de
la guerra convencional) movilizan a la población civil con armamento simbólico
potente que golpea zonas afectivas y operan con violencia psicológica que
destruye y domestica a las personas en los lugares más íntimos, mentales o
emocionales, donde penetran los dispositivos simbólicos burgueses. Los daños
son tan incalculables como el negocio que han hecho con esta barbaridad.
Esa Guerra burguesa sostenida en
el campo simbólico no desprecia recurso alguno usa, por ejemplo, armas
cinematográficas, televisivas, radiofónicas… que apuntan contra toda la
cartografía de la vida psíquica donde pretenden degenerar las nociones de
realidad, con efectos concretos, para imponer “valores” contradictorios de
clase disfrazados de “diversión”, “entretenimiento”, incluso “cultura” pero que
en el fondo son matrices ideológicas para la cortesía con los jefes y adoración
a los patrones y la entrega dócil de toda nuestra riqueza… son discursos para
la celebración de un acto reverencial, desde lo intimista hacia una ideología
de clase, que se infiltra a hurtadillas hasta adueñarse de todo el campo
simbólico. Por medio de estas tácticas muchos obreros acaban adorando a los
patrones. Y los defienden. ¿No es eso terrible?
No importa qué actividad de la vida
haya que invadir, la Guerra ocupación simbólica se infiltra en todo, esa es su
misión suprema trátese de un bautizo, de un casamiento o de un funeral. Trátese
de una cátedra, o de una charla de café… trátese de una entrevista de trabajo o
de la hora de los orgasmos… el fin último –entre otros- es esconder la lucha de
clases, esconder a los muertos que el capitalismo fabrica minuto a minuto,
hacer invisible la miseria y la barbarie que causa la explotación de los
trabajadores en todo el mundo. Es una Guerra costosa y somos nosotros –paradoja
horrenda- quienes terminamos pagándola. Eso también es parte de sus objetivos.
Es tarea de la Guerra simbólica
burguesa que nos acostumbremos a la mediocridad y a las limitaciones, que nos
traguemos, sin chistar, todo tipo de insultos y humillaciones. Sobrevivir
rendidos y agradecidos, incapaces de superar la provocación que implica ver a
los patrones vivir con lujos y admitir (como responsabilidad nuestra) el
bienestar de ellos. Respetar religiosamente la “propiedad privada”, la “sagrada
familia” burguesa… todos y cada uno de los objetos y los valores que ellos
admiran y salvaguardan, (Patria, Escuela y Religión) con su literatura, su
dramaturgia, su pintura, sus museos, sus músicas, sus cantantes… y en fin todas
las representaciones simbólicas que a ellos se les antoje convertir en negocio
para que nosotros las compremos mansamente y convencidos de que son lo mejor
que pudo habernos pasado. Esta Guerra lucha palmo a palmo y sus estragos han
sido planeados milimétricamente.
Esa Guerra hace todo lo que está
a su alcance por ganar, incluso, el territorio íntimo del humor y de la risa.
Pervertirlos con bisutería farandulera y con ofertas degradantes que nos
enseñan a estar peleados –porque sí- con toda actividad intelectual,
especialmente la crítica. Y, donde se hace necesario, la Guerra simbólica
burguesa se dedica a sembrar tristeza lapidaria, melancolía sin sustento, como
moda, como pose, como identidad de mercado circunstancia para vender novelas,
películas, ropa y modos de vida rentables. Matan el sentido del humor y la risa
inteligentes para reinar en un camposanto cotidiano de trabajadores
decepcionados de todo. Por sistema. Así de perniciosas pueden ser sus matrices
ideológicas sembradas en las cabezas de muchas personas desde la infancia.
Uno mira a diestra y siniestra la
desorganización de muchos trabajadores, de sus mejores rebeldías, uno mira su
atomización, su propia desconfianza en la fuerza de la clase trabajadora… eso
es producto -también- de la Guerra simbólica burguesa, de sus consecuencias
alienantes. Uno ve a veces, a las mayorías, a los explotados, a los que tienen
la fuerza nueva para el cambio nuevo, uno los mira a veces impotentes,
desorientados, enemistados, desesperados por la miseria y por la violencia, por
la injusticia y por el abandono. Una mira a los dueños verdaderos del poder
social, a las clases trabajadoras, sometidas a las vejaciones y represiones más
injustificadas y monstruosas… y muchas veces sin ofrecer defensa “sin meter las
manos”… eso está planeado por los comandantes de la Guerra ideológica,
milímetro a milímetro. Esa es la conspiración alienante burguesa. Y nosotros,
paradójica y patéticamente, la financiamos victimados por la extorsión
capitalista. Es el colmo.
Muchos jóvenes andan por el mundo
desconfiados, debiluchos y ensimismados, a nada le creen, miran todo podrido y
todo irremediable. Los sepulta la desesperación y las sombras de la decadencia
burguesa que operan en el in-consiste y en la conciencia. Ni se percatan de
cómo los victima el sistema. Están intoxicados con odio y rabia y muchos son
incapaces de identificar correctamente los estragos que la burguesía ha hecho
en sus gustos, en sus personalidades, en sus amores y en sus sueños. Se laceran
los cuerpos, se narcotizan, repiten el discurso de la violencia gratuita -como
si fuese un arte y una salida verdaderas- y su nivel de desprecio generalizado
inunda los horizontes hasta el punto de despreciarse a sí, a sus fuerzas
creativas, a lo mejor de ellos mismos… es una calamidad dolorosísima, es uno de
los estragos más canallas y demoledores de la Guerra simbólica burguesa… hay
jóvenes hundidos en la ignorancia que detestan la historia propia y la Historia
de la humanidad, pero que van tatuados con emblemática nazi-fascista y sin
capacidad de crítica ante el horror. Para muchos nada pude mejorar y dan por
perdida la Guarra. Se equivocan y se dejan derrotar sin haber librado su mejor
batalla. Y eso no sólo pasa a los jóvenes… si hiciéramos un estudio detallado
de los alcances y profundidades depresivos originados por la Guerra simbólica
burguesa nos agarrarían escalofríos. Y fuertes.
También es estrago de la Guerra
simbólica burguesa quedarnos sin palabras. La Guerra simbólica siembra la
ignorancia de los vocabularios, cercena la expresión, la libertad de la
expresión, inhabilita a sus enemigos de clase para que no seamos capaces de
decir y escribir lo que pensamos y los que planeamos… nos condena al silencio
en todas sus variedades, eso incluye torrentes de frases hechas, estereotipos
expresivos, palabrería acartonada… y además, el drama de no saber manejar las
herramientas y las técnicas de la expresión colectiva que es la comunicación
social contemporánea. Es estrago de esta Guerra simbólica dejarnos en la
orfandad de medios para comunicarnos, su fetichzación y la veneración que
muchos prestan a la payasada farandulera. Es estrago de la Guerra que todo esto
pase impunemente y que muchos gobiernos colaboren contra los pueblos siendo
ellos mismos lugartenientes voluntariosos de toda violencia ideológica… contra
los obreros y los campesinos, los estudiantes y los trabajadores en general. A
sabiendas de todo esto quedarnos quietos es volvernos suicidas o volvernos
cómplices del enemigo. Nomás eso nos faltaba.
Frentes y tareas urgentes, 13 al
menos:
“hay que pensar en lo deseable y
lo posible, hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede
realizar ahora, y lo que se puede realizar ahora y lo que podría realizarse
dentro de 20 ó 30 años, a partir de las realidades del mundo actual1”. Fidel
Castro
La tarea de la clase trabajadora
no es crear una nueva cultura dentro del capitalismo, que conviva pacíficamente
con el capitalismo… la tarea es derrocar al capitalismo para crear una nueva
cultura revolucionaria y permanente. Nuestra lucha guerrera contra la Guerra
simbólica burguesa debe ser una Guerra revolucionaria hacia el Socialismo.
Guerra Revolucionaria para aniquilar la alienación, para terminar con todo lo
que frena al desarrollo individual y social de la humanidad. Quebrar el
discurso burgués, no tragarse sus mentiras... terminar con al propiedad privada
de las herramientas para la expresión (entre otras) y terminar con la
producción capitalista del discurso alienante. Para eso bien vendría:
Formar una gran Corriente
Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo. Impulsar un Programa de
transición comunicacional y revolucionaria desde abajo.
Impulsar un debate profundo y
organizado en todos los frentes sobre la urgencia de expropiar las herramientas
de comunicación hacia el cambio radical de las formas y los contenidos en
búsqueda de lenguajes que eleven la conciencia, el debate y las fuerzas
transformadoras.
Expropiar la educación y
capacitarnos dialéctica y permanentemente. Democratizar las imágenes y los
imaginarios. No repetir las fórmulas y los modelos burgueses; aprovechar lo
mejor existente e impulsarnos desde ahí, en cantidad y calidad. Fijar nuestras
tareas de formación, investigación y experimentación.
Cambiar la estética y emprender
el desarrollo del pensamiento socialista, la conciencia sobre la lucha de
clases, el compromiso de la Revolución Permanente y sus expresiones en la vida
diaria. Liberar su expresión revolucionaria. Liberar a la Poesía
Revolucionaria.
Avanzar hacia un Congreso
Permanente y una agenda política de la Comunicación que ordene y potencie
tareas comunes. Crear un Congreso permanente para la Comunicación Socialista
nueva, sin trabas burocráticas, jurídicas y sectarias.
Desmontar y superar décadas de
violencia simbólica alienante.
Asegurar nuestra Independencia
política, semántica y sintáctica.
Instaurar la Economía Política de
la Producción Simbólica; planificar nuestras agendas temáticas internacional
con base en las necesidades de la construcción del Socialismo.
Fundar una Escuela
Internacionalista de Cuadros para la Comunicación Socialista. Desarrollar los
géneros y estilos narrativos (e informativos) del Socialismo por prioridades de
abajo a arriba.
Fundar un Centro de Investigación
y Experimentación hacia los lenguajes nuevos. Estimular en todas sus
posibilidades creadoras la propaganda de la organización revolucionaria. La
construcción del Partido que no hemos conocido. La Propaganda como poética de
la lucha capaz de narrar los mejores triunfos de la organización
revolucionaria. La imaginación liberada como arma de la Revolución Socialista
Fundar un Sistema Internacional
participativo para la Medición Cuantitativa y Evaluación Cualitativa.
Comunicación Socialista de calidad en forma y contenido medibles desde los
movimientos sociales y sus asesores. Impulsar de inmediato en el desarrollo
metodológico de la crítica dialéctica.
Coincidir y organizarnos mejor
que el enemigo de clase. Impulsar un Frente Único. Resolver tareas inmediatas
de defensa simbólica. Ganar recursos y espacios. Democratización de todos los
mass media. Acordemos una marcha de ideas revolucionarias y organizaciones
unidas y aprendamos todos, desde abajo y para siempre, la dialéctica de la
Comunicación que los trabajadores impulsan en su ascenso simbólico
Revolucionario.
Un programa Político de
Comunicación hacia el Socialismo que sepa diagnosticar y pronosticar, que se
ayude con lo mejor de la ciencia y los mejores científicos militantes, que se
ayude con los técnicos y que se ayude desde las prácticas directas creadoras,
día a día, de experiencias magníficas… radios, televisoras, cinematográficas,
editoriales… organicémonos como una fuerza que, tarde o temprano, será una sola
en todo el mundo. No impongamos nuestras recetas, no dependamos de "las
recetas". Aprendamos de las lecciones concretas de los pueblos, aprendamos
desde abajo cómo se construye y se organiza una Revolución… aprendamos de lo
mejor y ofrezcamos lo mejor que tengamos. No dictemos verdades de sabio o de
burócrata… mejor ampliemos el diagnóstico, el debate, el pronóstico y la lucha
contra la alienación.
Hay que luchar por el desarrollo
político y cultural máximo de la clase trabajadora, impulsado permanentemente
por la clase trabajadora misma, con todos sus recursos y ayudas mejores.
Aprovecharse críticamente de todo lo mejor y avanzar desde ahí. Incluso, claro,
con un partido que desde abajo sea capaz de entender su lugar en esta Guerra
simbólica con fuerzas objetivas. “…para llevar adelante la cosa misma, es
necesaria una transformación en masa de los hombres, que solo podrá conseguirse
mediante un movimiento práctico, mediante una revolución; y que, por
consiguiente, la revolución no es solo necesaria porque la clase dominante no
puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de
una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y
volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases”. La ideología alemana,
Marx y Engels
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